"La ciudad de los ojos grises" de Félix G. Modroño


¡Hola a todos! Aquí estoy, otro viernes más. Esta vez os traigo la reseña de un libo que terminé hace poquito, ni un mes.


Lo compré en una librería un día de esos que tengo ganas de estar sola y refugiarme en los escondites de tinta que son los libros. Lo elegí porque estaba ambientado en Bilbao que, como algunos ya sabéis por el otro blog, es casi mi ciudad. Y también porque los personajes dicen algunas (la verdad es que bastantes) expresiones en euskera que no es posible encontrar en la mayoría de los libros y que son un guiño a mis orígenes. 

Aunque supongo que para los que no saben vascuence es un poco irritante encontrarse palabras en este idioma sin traducción añadida, igual que me pasó a mí con el sueco en "El códice 632".


Aparte de eso, la descripción de París, Portugalete, Bilbao... me han parecido magníficas. Y la comparación del cielo gris con los ojos de Izarbe me ha resultado una preciosidad y un acierto. Convierte al personaje de Izarbe en una enigmática, melancólica y romántica sombra del pasado, aunque en realidad solo sea así en la mente de Alfredo.



Izarbe es vital, luchadora (me ha encantado que, poniéndose el mundo por montera, dedicara prácticamente todo su tiempo a ayudar a los proletarios y demás desfavorecidos en la incipiente Bizkaia industrial de principios del siglo XX), dulce, valiente, generosa. Y, por lo que describe el autor, una auténtica belleza que encandilaba a todo el que se cruzara en su camino. 

Alfredo, en cambio, es indiferente a las penas y alegrías ajenas. Sumergido en su propio sufrimiento, solo le importa el arte y, tras la muerte de Izarbe, reencontrarse consigo mismo y su pasado y reconciliarse con él. De hecho, si no fuera porque el narrador nos sitúa (y muy bien, por cierto) en los entresijos políticos del momento (1914, año revuelto a causa de la 1º Guerra Mundial y la revolución industrial de la siderurgia en Vizcaya,con las constantes trifulcas entre patrones y trabajadores, las disputas internas dentro del propio Partido Socialista...) no nos enteraríamos apenas de cuál es la realidad social y política que rodea a Alfredo al margen de sus cuitas. La verdad es que no puedo decir que haya sido un personaje con el que haya conectado demasiado.


En cuanto al ritmo, puede resultar un poco lento. No sé si será lo que el autor ha querido expresar, pero me parece que las descripciones del tiempo gris, las calles grises, las gentes grises... dan al conjunto un tono melancólico en el que no tiene cabida una forma trepidante de narrar los hechos que, sin embargo, tampoco suceden tan lentos. Es decir, que no es que no ocurra nada, si no que la forma de narrar y describir del escritor deja un sabor de boca tristón, como si me hubiera llevado de la mano hacia el alma triste del protagonista, que vive en una permanente tregua con la desilusión y el sufrimiento. 

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